Palimpsesto-Fosas comunes de la memoria
Palimpsesto es una obra que explora la violencia no como un hecho aislado, sino como una acumulación sin cierre. A través de retratos superpuestos de desaparecidos y cartas ilegibles por el tiempo, la obra construye una fosa común simbólica donde la identidad se deshace entre capas de imagen y palabra. Aquí́, la violencia no borra: sobrescribe.
El archivo se vuelve espectro, y lo que fue rostro se transforma en una arqueología de lo no resuelto.
Un palimpsesto es un manuscrito que ha sido borrado y reescrito. Lo que una vez construyó significado jamás desaparece del todo, pues persiste como un rastro bajo nuevas capas de historia. Esta obra parte de esa premisa: un archivo construido sobre la repetición, la erosión y la acumulación de violencia. Tomando como base el archivo fotográfico de personas desaparecidas en Colombia durante los últimos setenta años, estas imágenes están superpuestas en capas sucesivas, generando un sedimento visual donde los rostros se disuelven en una masa espectral. No hay un solo rostro reconocible, sino una multitud de fantasmas que se amalgaman en una imagen imposible de fijar. La obra funciona como una fosa común de la memoria, donde la identidad individual se diluye en la acumulación.
Palimpsesto no aborda la memoria como archivo de certezas, sino como un campo minado por repeticiones. Lo que una vez sucedió, sigue ocurriendo bajo nuevas formas. Como si existiera una pulsión ciega, cíclica, que arrastra a las sociedades —y a los cuerpos— hacia la destrucción, una y otra vez.










A esta construcción visual se suman las cartas de amenaza de distintas épocas, intervenidas bajo la misma lógica de acumulación y superposición. La violencia en Colombia ha generado documentos de intimidación que se repiten con distintos nombres, fechas y contextos, pero con la misma estructura de condena. Cuando las palabras se apilan unas sobre otras, como ocurre en este palimpsesto, se vuelven ilegibles, inentendibles, como un eco de la historia que se repite y pierde su sentido en la saturación.








El proyecto se construye a partir de la recopilación de fotografías de personas desaparecidas , desde los años 50 hasta principios de los 2000. Estas imágenes se superponen unas sobre otras, acumulando capas de rostros como si fueran estratos de una historia que no logra cerrarse.
A esta dimensión visual se suman cartas de amenaza provenientes de distintas épocas, que también se acumulan hasta volverse ilegibles. Tanto las imágenes como los textos se organizan como una fosa común simbólica, donde la violencia se repite sin resolución posible.

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Montaje
La instalación de Palimpsestos en Lens Escuela fue concebida como una arqueología visual de la memoria y la desaparición. El montaje combina una mesa de luz con retratos retroiluminados y una composición mural de cartas reales, impresas sobre papeles translúcidos y envejecidos, que cuelgan como restos documentales suspendidos en el tiempo.
Sobre la mesa, cada imagen presenta un rostro superpuesto a manuscritos: cartas de amenaza y testimonios parciales . Estas capas de papel permiten que el texto y el rostro se fundan, generando una imagen ambigua y espectral. La luz revela lo que la historia ha querido ocultar, pero también expone la fragilidad de esas presencias. Cada retrato se convierte en un archivo incompleto, en una aparición a medias.
Las cajas de luz no sólo iluminan, sino que funcionan como exhumaciones simbólicas: devuelven al presente esas memorias soterradas. Los rostros no son del todo identificables, y es precisamente en esa falta donde se instala la potencia del gesto. La obra apela a una mirada detenida, a una contemplación silenciosa y ritual.
En el muro, las cartas se disponen como un palimpsesto literal: capas que se pisan, se borran, se escriben unas sobre otras. No hay una verdad única, sino una acumulación de voces perdidas. El montaje convierte el espacio expositivo en una fosa común de signos, imágenes y lenguajes rotos, donde lo ausente insiste en aparecer.







